De repente, en los tugurios del olvido
acontecen formas menos suicidas
de entablar diálogos consigo mismo
...hoy que fumamos cigarrillos con un afán desmedido
como si quisiéramos desvanecernos
de la espuma de la noche (...)
o el deseo inefable de mimetizarse y fundirse
en los espasmos subterráneos de la locura (...)
suspira hondamente, ausenta su mirada
como quien nada busca afuera,
y con una sonrisa añeja vuelve
con las manos llenas de lluvia...
Hoy desearía ser el último cigarrillo que enciendas esta noche
mientras escuchas aquella canción de The Cure,
y así lentamente, desvanecerme entre tus labios
y en forma de humo sentir tus entrañas una última vez (…)
... como si cada segundo, cada sombra y cada rostro
estuvieran contagiados de mariposas que aleteaban amor,
descalabro, angustia, café negro, pocillo,
ven para acá mi amor, te tengo, no cierres la ventana, vaso.
-Opio en la nubes-
...venían caminando con la cabeza agachada persiguiendo la sombra que les precedía, voltearon en la esquina y se sumergieron en un frenesí de locura y de pasión bajo la complicidad de la noche y por supuesto bajo el placer que producen los efectos del alcohol en los torrentes sanguíneos que para ese instante ya eran como autopistas de mil vías con autos a 300 kilómetros por hora próximos a un estruendoso y aparatoso choque, del que sólo quedaría una satisfacción inmediata y agobiante, y quizás también el remordimiento póstumo, y con ello el deseo loco de embutirse nuevamente en ese automóvil decorado con imágenes lascivas e incitadoras, y acelerar rápidamente, porque no hay lugar para eso de la ternura, a 300 o más kilómetros por hora y esperar ese fuerte estrellon y ese eterno estremecimiento de los músculos y del alma que pareciera abandonar el cuerpo en medio del delirio para sentirse un poco cerca del cosmos antes de vérselas consigo mismo y con su propia sombra.
(fragmento de 'Autopistas de sangre')
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